Para que un proyecto de traducción tenga éxito, debe responder a las necesidades exactas del usuario. Eso exige un total dominio, no sólo de las lenguas de origen y de llegada, sino también del ámbito de especialidad de cada texto, así como la aplicación de unos rigurosos criterios terminológicos y lingüísticos.
Este enfoque profesional implica además el uso de todo tipo de recursos y medios informáticos que garanticen la precisión, exactitud y coherencia de los trabajos. De esta forma, el usuario podrá comunicarse en cualquier idioma tan perfectamente como en el suyo propio.